Templarios en España. Crónica de un hermano en el Camino de Santiago.
Viajando a Santiago.
El mayor privilegio de nuestro voluntariado en Redecilla del Camino, es poder colaborar con los peregrinos en el camino de Santiago, milenaria obligación de los Caballeros Templarios que nos precedieron, proteger y ayudar al que peregrina, algo que está en los genes profundos de los que sirven bajo el signo de la Cruz.
En Redecilla del Camino, al permanecer unos días en contacto con los que por allí pasan, buscando el reconfortar y aliviar el peso de su alma ante la augusta presencia de los restos del Apóstol Santiago, este contacto diario, este silencio de la Iglesia de la Virgen de la Calle, unido todo a la oración sincera de los que allí descansan unos minutos y ponen sus asuntos en manos del Misericordioso, al que le piden, le ofrecen, le agradecen y quien sabe cuántas cosas traen en su llena mochila, que rogativas esconden en el corazón, que peso tienen en el alma y que descanso necesitan y como quiere Dios que descubran el camino verdadero.
Ahí en ese descrito ambiente, un día del pasado mes de Agosto llegó una Señora, que entró tímidamente, preguntó si se podía visitar, y con naturalidad se le dijo que la casa del Señor siempre está abierta, sentada en una de las primeras filas, oró en silencio durante un largo rato, afuera el sol iba alzando sus primeros rayos sobre las campanas de la iglesia de Redecilla, empezaba un esperanzador día más en el camino de Santiago.
Después de su oración, preguntó sobre cada altar del templo, visito la carismática pila bautismal y la antigua imagen de la Virgen de la Calle, su deseo de saber aumentaba al mismo tiempo que mi dificultad para explicar, el inglés nunca fue mi lengua materna, y yo conozco poco de la Shakesperiana lengua, llegó un momento en que era incapaz de responder a sus constantes dudas y preguntas.
Disculpándome por mi torpeza y falta de conocimiento, esta señora, mirándome a los ojos, y viendo el esfuerzo que me estaba costando poder atenderla, comenzó a llorar, y quizás por simpatía, por sentirse en sintonía con el lugar, por llevar los sentimientos a flor de piel, o por lo quiera que fuese, se abrazó a mí, durante unos segundos, agradeciendo nuestra labor, interesándose por el destino de los donativos recibidos, preguntando por la orden, por el lugar de origen de la misma, y de los que atendemos este voluntariado, y un ciento de cosas más, todas relacionadas con nuestra labor.
La invité a rezar Laudes con nosotros, aceptó, y junto a dos peregrinos italianos, rezamos como una única persona, rompiendo fronteras, y finalizada la oración, cargó de nuevo su mochila, emprendió de nuevo el camino, al salir vi como buscaba en la hornacina sobre la puerta la imagen de la Virgen del Camino, se santiguó me dijo adiós, y yo le desee “buena peregrinación” y marchó, y es de esta forma como una parte de mi alma viajó con ella a Santiago, en tanto yo me limpiaba las lágrimas que rodaban por mis mejillas, a veces no es necesario ni siquiera el idioma para compartir sentimientos, ni para los que caminan, ni para los que atienden al caminante.