EL SIGNIFICADO DE LAUDE NOVAE MILITIAE PARA LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
Por considerar un preciado bien para su lectura por todos los católicos y especialmente como alimento espiritual para todos aquellos que integramos la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo – Militia Templi dejamos a continuación el prólogo de la obra del escrito italiano NAZZARENO BRANDINI “Comentarios al libro para los Caballeros del Templo”, obra cuya lectura recomendamos.
El prólogo está escrito por el Rvdo. P. Michael John Zielinski, O.S.B., abad mitrado y miembro de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, es protector de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo – Militia Templi y ha oficiado la Santa Misa en la Sede de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo en el Castillo de la Maggione.
Por una hermenéutica espiritual.
El significado de “DE LAUDE NOVAE MILITIAE PER LA SPRITUALITÀ CRISTIANA”
La concepción de la Caballería cristiana, tal como surge en “De Laude Novae Militiae”, es una dimensión espiritual, que pertenece al aspecto subyacente del contexto histórico y cultural de una época lejana, que sin embargo revela una cierta relevancia sorprendente incluso para la nuestra, considerando que el propósito de su misión era la protección y defensa de los bienes materiales y espirituales que pertenecen a la Fe del pueblo cristiano.
De hecho, la misión espiritual de la Orden monástica militar de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón fue concebida para la protección de estos lugares en Jerusalén, y que debido a las particulares circunstancias históricas, socioculturales y religiosas de la época esta defensa se llevó a cabo recurriendo también a la última justificación del uso de armas.
Con el tiempo estas acciones llevadas a cabo, que generan una cierta comprensión, cambian, con la maduración de la conciencia humana y civil, se han asumido otras herramientas de defensa no solo para los bienes materiales y espirituales, sino también para los de los demás. Hoy, el diálogo, como expresión del derecho a existir con sus propias modalidades culturales y religiosas, es el instrumento maduro de la conciencia religiosa y civil evolucionada del hombre moderno, con el cual se libra una batalla por la defensa también de bienes materiales y espirituales que pertenecen no solo a su identidad cultural y religiosa, sino también a la de los demás.
Sin embargo, siempre se necesitan presupuestos, reconocibles en una configuración particular de la conciencia individual y colectiva, que son los sentimientos de responsabilidad hacia los valores humanos y religiosos. En el hombre de fe, la conciencia de estos se nutre indudablemente de la participación en la vida sacramental de la Iglesia. Solo de esta manera, con el fuerte sentimiento que surge de una identidad religiosa y cultural enraizada en una memoria histórica vivida significativamente en su vida, es posible que el cristiano enfrente un diálogo constructivo y que implemente una defensa fuerte de lo que le pertenece, con el pleno reconocimiento y respeto de lo que le pertenece al otro.
La defensa y protección de toda usurpación de lo que espiritualmente pertenece a la Fe de los cristianos es la misión principal de la Orden de la Milicia del Templo en Jerusalén. San Bernardo en este sentido enumerará los principales lugares sagrados, confiados a la custodia de los monjes caballeros, donde se consumó la vida terrenal y la misión de nuestro Salvador Jesucristo. Lugares en los que, ayer y hoy, los peregrinos pueden revivir espiritualmente, a través de la oración y la devoción, los momentos más destacados de la vida de Jesucristo.
La sorprendente actualidad del pensamiento de San Bernardo nos lleva a considerar cómo necesaria la defensa de la identidad cristina y la protección y conservación de todo aquel patrimonio histórico y cultural, al cual se le reconoce un intrínseco valor evangelizador, que siempre ha sido objeto de máxima atención por la Iglesia. En este sentido, mutatis mutandis, existe un hilo aparente de continuidad entre la misión de los Pobres Caballeros de Cristo, misión ésta delineada por San Bernardo en De Laude novae Militiae, y las recientes disposiciones del Motu Proprio “INDE A PONTIFICATUS” del Santo Padre Juan Pablo II, que estableció la Comisión Pontificia para el Patrimonio Cultural de la Iglesia.
Ahora más que nunca parece necesario custodiar y proteger la identidad cristiana manteniendo todo lo que significa, siendo conscientes que esa identidad puede ser un vehículo de promoción humana y espiritual, que promueve la recuperación de la dimensión espiritual de la cual se origina el valor del hombre. Y es por esto por lo que hoy se impone, como también lo predicaba en los templos San Bernardo: la defensa del valor de la dignidad hombre, creados a imagen y semejanza de Dios, que te deja con el pecado, pero que es redimido por la pasión de Cristo regresando a su intimidad con él.
La lección espiritual de San Bernardo de Claraval en el Libro de los Caballeros del Temple, Elogio de la Nueva Caballería, es la introducción a un viaje de descubrimiento y autotransformación, siguiendo el modelo de esa perfección espiritual humana que ofrece el modelo de vida terrenal de Jesucristo, comprendiendo así las condiciones internas para la afirmación de un fuerte sentido de identidad personal como cristiano.
Si la intención de San Bernardo era ofrecer el nuevo modelo de dignidad humana a la Nueva Caballería Cristiana cuya naturaleza es la Sequela Christi, (caminar tras Cristo) experimentada en la unificación del espíritu monástico y caballeresco en la interioridad Propia, hay que reconocer que esta forma de vida y de realización humana y espiritual pertenece a los activos más nobles y preciosos de la Iglesia.
A todos aquellos que viven el espíritu de la verdadera Caballería Cristiana se les ha confiado, ayer como hoy, la defensa y protección de las inestimables riquezas espirituales y culturales del pueblo cristiano. Como Bernardo de Claraval tuvo cuidado de señalar en el tercer capítulo del Libro caballeros Templo: De modo que los bienes celestiales no están en absoluto comprometidos, sino garantizados por la gloria temporal que rodea a la ciudad terrenal, con la condición de que en ella seamos capaces de reconocer la imagen de la que es nuestra Madre en el cielo.
Abad Michael Jhon Ziellinski O.S.B