REFLEXIÓN: ¿SER TEMPLARIO EN EL SIGLO XXI?
¿Se puede ser templario en pleno Siglo XXI? Esta es la pregunta recurrente que te suelen hacer los familiares y el círculo de amistades cuando saben de tu especial vinculación con aquella Orden militar de la que tanto se escribe hoy, aunque la mayoría no sea cierto.
Muy al contrario de sorprendernos porque nos formulen esta pregunta, los sorprendidos son quienes la realizan, especialmente por lo concisa y breve de nuestra respuesta, sí.
Sencillamente porque ser templario hoy es solamente, aunque haga falta un gran esfuerzo en la situación en que vivimos, un compromiso más que se adquiere libremente en la forma de vivir nuestra fe y ser cristianos.
Si antaño formar parte de la Orden del Temple significaba para sus miembros el doble compromiso de aunar la espiritualidad de un monje y la acción de un guerrero. Hoy ese mismo credo se manifiesta en los templarios de nuestro siglo siendo fieles seguidores de la palabra de Cristo y de la doctrina de la Iglesia Católica como aquellos monjes; haciendo de nuestra fe una militancia constante, como aquellos guerreros. Por esto mismo es imposible ser templario de verdad fuera de la Iglesia.
En la actualidad el templario moderno manifiesta la parte religiosa de aquella Orden trabajando para ser cada día mejor cristiano, una persona que ha puesto su fe y confianza en Jesucristo, demostrando el amor hacia los demás y la obediencia a la Palabra de Dios; intentando vivir en una sociedad sin valores como lo hizo Cristo, haciendo lo que Él hizo y evitando lo que Él evitó, porque a fin de cuentas el cristianismo es un camino de vida.
Pero además de eso, principios básicos a seguir por cualquier católico, el templario manifiesta aquella parte de guerrero en un mayor compromiso, porque milicia es eso: organización, entrega desinteresada, valentía, trabajo; en definitiva, un mayor compromiso.
Así un templario moderno no sólo intenta ser cada día mejor cristiano, mejor persona a fin de cuentas, sino que se revela contra cualquier intento de acabar contra esa libertad religiosa. Ese mayor compromiso le llevará a implicarse en nuestra sociedad (asociaciones, partidos políticos, iniciativas ciudadanas, etc.) para que sus libertades no sean restringidas.
Un templario moderno tampoco permanece pasivo ante el genocidio de cristianos en Oriente Medio y África, colabora con las organizaciones humanitarias de la Iglesia para socorrer a los cientos de miles de hermanos desplazados que huyen de las atrocidades y además se implica socialmente reclamando a los gobiernos una rápida actuación para parar la masacre, ayudar a los que huyen y restituirles sus derechos.
Ser templario en pleno Siglo XXI es ser un cristiano militante, activo, incansable, siempre dispuesto a implicarse por su fe y por sus hermanos, con constancia y convicción.
Pero también ser templario en pleno Siglo XXI es no olvidarse de los principios fundacionales de aquella Orden, como era la defensa de los Santos Lugares, y hoy apoyando a la Custodia de Tierra Santa para que en esta tierra de Jesús el cristianismo siga vivo y no se convierta en un museo monumental de nuestra fe.
Sí, se puede ser perfectamente templario en este siglo si además se huye de ese otro concepto de Temple superficial y de lucimiento, más centrado por obtener que por dar y de fin de semana; porque ser templario hoy es compromiso, trabajo constante y desinteresado.
La Orden del Temple fue suspendida o abolida, según se quiera traducir de la Bula papal. Nadie ha podido demostrar ni probar documentalmente ninguna línea de sucesión, por lo tanto la Orden del Temple como tal no existe en la actualidad, pero su legado sigue entre nosotros como ejemplo de compromiso a seguir por quienes quieran dar ese paso.
Ese ejemplo fue recogido en 1979 por la Militia Templi, que se creó para aglutinar a todos aquellos templarios de nuestros días que no busquen nada más y nada menos que un mayor compromiso con su Iglesia y sus hermanos.
Renunciando a la publicidad, títulos ostentosos y falsas sucesiones ha sabido ofrecer una organización donde estos templarios puedan llevar a cabo ese compromiso en comunidad con otras personas que comparten la misma fe y planteamientos, permitiéndoles una herramienta por donde encauzar su amor por el Temple dentro de la Iglesia Católica, por lo que no es de extrañar que sea la única organización reconocida canónicamente como asociación privada de fieles de derecho diocesano al amparo de los cánones 298, 299, 312, 321, 322 y 323 del Código de Derecho Canónico, y actualmente bajo la tutela de la Congregación de la Doctrina de la Fe.
Gracias a esto hoy no sólo podemos ser templarios, sino que gracias a Dios tenemos la posibilidad de desarrollarnos como templarios dentro de la propia Iglesia Católica.
Un templario del Siglo XXI