TEMPLARIOS EN ESPAÑA: El TEMPLO DE SALOMÓN I
Por orgullo David había ordenado el recuento de su pueblo, en castigo de lo cual Dios diezmó a los iraelitas con una epidemia. Un día el rey vio cerca de la era de Ornán (Areuna) el jebuseo un ángel que estaba a punto de herir a la gente de la ciudad, después de lo cual David se humilló ante el Señor, quien le perdonó y detuvo la plaga. El rey se apresuró a comprar la propiedad del jebuseo por cincuenta siclos de plata y construyó un altar en la era, sobre el cual ofreció holocaustos y ofrendas de paz (2 Samuel, 24).
Esta colina, que es el Monte Moria (2 Crónicas 3,1) del Génesis (22,2) estuvo desde entonces destinada a ser el emplazamiento del Templo de Yahveh, para el que David había amasado ya grandes tesoros, pero cuya construcción se reservaba a Salomón. Como hasta entonces los hebreos no habían cultivado las artes, Salomón se dirigió a Hiram, rey de Tiro en Fenicia, para conseguir constructores y obreros hábiles en la piedra, metal y la madera de cedro y ciprés del Líbano. Tras siete años y medio de trabajo, el rey pudo dedicar solemnemente el templo del Dios verdadero.
Junto al recinto sagrado construyó después grandes edificios, entre los cuales la Biblia hace mención especial del palacio del rey, el de la reina, hija del Faraón, la casa del bosque, el pórtico del trono y el de las columnas.
El Monte Moria, que se extiende de norte a sur, es un largo espolón o promontorio, lindando al norte con el Monte Bezetha y limitado al este y al oeste por dos estrechos valles que se juntan en su extremidad sur. Entre sus dos empinados declives la cima de la colina sólo permite un estrecho espacio para edificaciones, y para asegurar un adecuado emplazamiento para el Templo, los patios, y los palacios reales se construyó una plataforma levantando muros de sostén de bellas piedras cuidadosamente labradas que medían ocho o diez codos (1 Reyes 5,17; 7,9-10). Según la tradición judía el Templo estaba en el punto más alto del Monte Moria, mientras que las habitaciones reales se construyeron al sur de su recinto y en un nivel más bajo.
Se admite generalmente que la “roca sagrada” en el centro de la Mezquita de Omar constituía la base del altar de los holocaustos en el Templo de Jerusalén. En esta colina, según una antigua tradición, Abrahám se dispuso a sacrificar a su hijo Isaac; aquí, junto a la era de Ornán, el ángel exterminador volvió a guardar su espada en su vaina; y en esta era, que según la costumbre estaba situada en el punto más alto, erigió David un altar al Señor.
Si esta roca prominente fue constantemente preservada en las diversas reconstrucciones de la plataforma debe haber sido por sus asociaciones. Además, se corresponde con todos los requisitos del Éxodo (20,24 y s.) para el altar de los holocaustos. Es una roca de piedra caliza, sin labrar e irregular, de cincuenta y ocho pies de largo por cuarenta y cinco de ancho, y que sobresale tres o cuatro pies por encima del suelo. Además, casi en el nivel superior de su superficie hay un agujero por donde se cree que la sangre y el agua de las abluciones fluía en la cavidad inferior para ser llevada por un conducto subterráneo al valle del Cedrón. La Mishna (Yoma, II,I) afirma que bajo el altar de los holocaustos había un canal de esta clase. Admitido este punto, la “roca sagrada” servirá como señal para descubrir el sitio exacto de la casa de Yahveh, porque esta última se abría hacia el este, enfrente del altar de los holocaustos y consiguientemente al oeste del patio de los sacerdotes que contenía el altar.
Las principales fuentes de información relativas al plano, construcción y adorno del Templo son, en primer lugar 1 Rey. 6,7; luego el relato paralelo de 2 Crón. 3 y 4, que tiende a magnificar inconmensurablemente las dimensiones.
El profeta Ezequiel describió el Templo a la luz de una visión celestial, y aunque su descripción es simbólica concuerda en sus rasgos esenciales con la del Libro de los Reyes; según todas las apariencias describen la casa del Señor tal como la vio mientras realizaba sus tareas sacerdotales.
La información suministrada por Josefo y el tratado Middoth de la Mishná inspira menos confianza; parece basada más bien en el Templo de Herodes que en el de Salomón. En realidad sólo poseemos una breve descripción del primer Templo y los términos técnicos utilizados por la Biblia no son siempre fácilmente inteligibles en los tiempos actuales; de ahí que haya una gran diversidad de opiniones entre los autores que han intentado reconstruir el Templo de Salomón en sus detalles arquitectónicos.
Salomón reprodujo en materiales sólidos y proporciones dobles el Tabernáculo que Moisés había construido en el desierto (Sabiduría 9,8), cuyo entero plano estaba por tanto esbozado (Éxodo, 26, 36). Con respecto al estilo adoptado por los arquitectos fenicios simplemente sabemos que en ese periodo la arquitectura de todos los pueblos semíticos era muy similar a la de los egipcios. Un codo tenía la anchura de seis manos o veinticuatro dedos y era igual a un pie y cinco pulgadas y tres cuartos; la anchura de un codo real era una mano (tres pulgadas) más. El codo menor de seis manos, o veinticuatro dedos, existía en el imperio oriental, pero era algo más largo, al ser igual a un pie y siete pulgadas y un tercio.
La anchura del codo real era igualmente mayor, siendo igual a un pie y nueve pulgadas y un sexto. Ahora bien a juzgar por las excavaciones hechas en Taanath y Megiddo en Palestina, el codo real de Babilonia, introducido por la larga dominación caldea, era el único en uso en es época (Benzinger, “Hebr. Archaologie”, 190). Es probable que en la época de la Cautividad de Babilonia sólo estuviera en uso el codo pequeño, de ahí que el autor sagrado (2 Crón. 3,3) dé las dimensiones del Templo por la “primera medida”, o codo antiguo, y Ezequiel (40,5 y 43,13) añade a cada codo una mano (el antiguo palmo menor, un sexto del codo pequeño) para obtener la longitud dada en el Libro de los Reyes. El codo real babilonio fue por tanto la medida auténtica (Ezequiel, 43, 13) usada en la construcción del Templo de Salomón.